Dice que "Y al final de nuestra búsqueda volveremos al lugar dondé empezamos para conocerlo por primera vez."
En el libro "Nacidos en Nuestros Corazones", proyecto dirigido por una madre y su hija adoptada, que han coleccionado historias de muchas familias hechas por adopción, hay una historia que enseña muy bien como una búsqueda nos puede llevar al lugar donde empezamos.
En un escrito titulado "Bienvenido a Casa, Hija Mia", Rosemary Zibart cuenta como ella y su marido eran unos de los primeros de adoptar de Bielorusia en 1992 - cuando abrieron las puertas de sus orfanatos. Fueron allí para adoptar a Tánia, una niña de ocho años. Seis meses después fueron a Rusia para adoptar un hijo de siete años.
Rosemary había visto fotos de niños de Rumanía y le pareció que los de Bielorusia estaban mucho más cuidados. Pensaba que sería fácil adaptarse a la vida en los Estados Unidos, pero pronto se dieron cuenta de que se habían equivocado. Se encontraron con problemas como déficits mentales y problemas emocionales. Se sintieron como en una montaña rusia sin posibilidad de bajarse.
El niño era encantador y sabía hacer amigos y esconder su dolor detrá de una grande sonrisa. La niña, en cambio había sufrido abusos y era más difícil crear una relación con ella. Estaba claro que le hacía falta amor y cariño, pero era como un puercoespín. Intentaban acercarse a ella pero a veces era demasiado y se rindieron.
Con ayuda profesional empezaban a comprender que algunos niños mayores, al ser adoptados, tenían miedo de ser abandonados otra vez. Así que en vez de esperar el abandono, rechararían a sus padres desde el principio.
Durante años sufrieron el rechazo de su hijo - pero parece que no se rindieron de todo, aunque estuvieron cerca de tirar la toalla. Se preguntaban si habían hecho bien sacándole a la niña de su país natal.
La madre se enteró de que el gobierno de Bielorusia estaba organizando una conferencia en Minsk y querían que vinieron familias adoptantes de todo el mundo para compartir sus experiencias. Decidió apuntar a la familia. La niña mantenía un especie de fantasía en la que idealizaba su vida anterior en Bielorusia y había "mantenido la puerta abierta", según su madre.
La niña ya tenía 17 años y la madre decidió que era hora de volver - e, incluso, si la niña quiso quedarse en su país natal, harían todo lo posible para ayudarle a hacer realidad su sueño. Pero antes de salir, consultaron con una experta en el tema que les explico que esa necesidad de buscar los raices era normal pero que los resultados podrían ser muy variados - desde muy bueno hasta muy difíciles.
Dice que la conferencia en Minsk fue estupendo. Conocieron a familias encantadores y su hijo, Sergio, no tuvo problemas en hacerse amigos nuevos. La niña en cambio, se encerró en la habitación del hotel.
Pero pronto, la madre le metió en un taxi y se fueron en busca del orfanato donde había vivido su niñez. Al entrar, la directora vino sonriendo y gritando su nombre. Esto - dice Rosemary - fue el mejor momento del re-encuentro con el pasado. Lo que vino después no fue tan bonito.
Primero la niña pregunto por su madre biológica, sólo para descubrir que no había ninguna información, nada. Luego pidió una foto de cuando era bebé. Tampoco había nada.
Luego se hicieron una visita guiada por el centro. A las otras niñas, le presentaron a Tánia como "una niña que había vivido allí pero que ahora tenía una familia". Parece que los ojos de las residentes decían todo sobre el deseo que tenían para tener lo mismo - y cuando Tánia les dieron peluches los abrazaron fuerte.
Dice Rosemary que esa visita tuvo un gran impacto sobre toda la familia, al darse cuenta de la alternativa "horrorosa" que podría haber sido la vida de Tánia si no hubiera sido adoptada.
Sin decir palabra, Tánia pareció haber dado la vuelta de una equina. Volvió a la conferencia en Minsk y empezó a hacer amigas. Esa noche, dormió al lado de su madre, dijo la palabra "mamá" y le arropó con su brazo. El día siguiente había una actuación por los niños y Tánia salió en el escenario para tocar el piano - a su madre le saltó las lágrimas.
Cuando llegó la hora de irse, dice Rosemary que Tánia era la primera en hacer su maleta y que nadie estuvo más feliz de llegar a casa.
Rosemary dice, "Ahora me doy cuenta de que lo que dejamos en Minsk fueron nuestros sueños - sueños de una hija más perfecta, sueños de unos padres perfectos. La experiencia nos ayudó a todos a comprometernos con la familia que somos. Mientras que el camino sigue siendo lleno de piedras, los piés de Tánia parecen plantados más fuertamente aquí. Cuando ocurren explosiones, buscar arregarlo más rápidamente."
Una semana después de la vuelta a casa, Tánia sorprendió a su madre, preguntándole, "¿Mamá, me puedes ayudar a lavar la cabeza?" y por fin su madre tuvo el privelegio de disfrutar lo que para ella es uno de los placeres de ser madre.
..."Y al final de nuestra búsqueda volveremos al lugar dondé empezamos para conocerlo por primera vez."
2 comentarios:
Gracias por compartir tus lecturas y reflexiones con todos nosotros. Nos son de gran utilidad.
Es de vital importancia para nuestras hijas tener muy claro que con el cariño no es suficiente. Valorar el origen en su justa medida nos puede ayudar a nosotros como familias a relacionarnos con los demás y a ellas en las construcción de sus personalidades.
Nuestras hijas tienen un pasado que nosotros no debemos ocultar, despreciar o minusvalorar. En sus relaciones con la sociedad, nuestras hijas llevan el origen en su rostro y por tanto es deber nuestro prepararlas para ello. No son unas niñas como las demás en el sentido de que para la sociedad son chinas primero antes que nada.
Hay quien dice que todos podemos sufrir o sufrimos en el colegio motes y un cierto acoso por parte de los demás y es cierto : "gordo, gafotas, enano, etc." Pero ninguno de esos niños por ejemplo es señalado en un Centro Comercial, o por la calle y le dicen: mira un gordo, un gafotas,...Esos niños cuando van por la calle no son objeto de miradas o se les pregunta por su condición de "gafotas" o "gordito" pero a nuestras hijas es posible que sí les pregunten o miren por su condición de chinas. Es lógico deducir por ello que no somos familias normales.
Las relaciones que tengan con el país de origen depende completamente de ellas. El valor que le den en la construcción de sus identidades depende de ellas pero nosotros debemos ser facilitadores de esa relación con el origen y no tenemos ningún derecho a ocultarlo o despreciarlo.
Conozco a algunas familias que desgraciadamente no quieren ver la singularidad que poseen. Son una familia distinta a las demás y no quieren verlo. Para estas familias sus hijas nacieron el día en que estuvieron en sus brazos y eso es aparte de injusto un grave error que se les volverá en su contra y que pueden hacer muy difícil la construcción de la identidad de sus hijas.
Enhorabuena por tu blog.
Saludos
Como puedes imaginar, estoy 100% de acuerdo.
Ahora mismo estoy leyendo el libro "Venida de la Lluvia" por Sara Barrena (lo estoy disfrutando mucho). Habla de como guardó las ropitas que la niña llevó encima al venir del orfanato pero que había "escuchado a otras personas decir que no la conservan porque no quieren tener ningún recuerdo de esa etapa de la estancia de su hija en el orfanato".
Ese tipo de pensamiento me horroriza. Quiero dar las gracias a Sara por ponerlo por escrito y publicarlo. Tenemos que hacer todo lo posible para enfrentarnos - con cariño y comprensión, por supuesto - a ese tipo de actitud por el daño que puede causar a tantos niños.
Cualquier rastra que nuestros hijos pueden traer de su pasado no nos pertenece a nosotros, sino a ellos. No tiene que ver con lo que NOSOTROS queremos recordar o conservar, sino con la necesidad que podrían tener nuestros hijos de recordarlo y tenerlo conservado para el futuro.
Pienso que no exagero cuando digo que es peligroso despreciar los orígenes de nuestros hijos - de tirar sus recuerdos, por ejemplo - de no reconocer todo lo que les hace diferentes.
Como dice José Luís, en el caso de las niñas chinas, la sociedad ve la diferencia en sus caras, no se puede negar que vienen de otro sitio, que tienen un pasado que empezó antes de conocernos.
Ese pasado siempre debe de tener un lugar entre nosotros.
Como vemos en la historia de Tánia, algún día volver a visitar el pasado podría ser clave para que un hijo consolide su identidad y llega a aceptar y incluso apreciar y disfrutar de su destino.
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