sábado, 17 de marzo de 2012

Lo que significa la familia

Os voy a contar una historia real, de una niña que conozco.

Fue adoptada de China con 12 meses - el día después de su primer cumpleaños. Estaba muy bien. Había estado con una familia de acogida que debía de haberla cuidado muy, muy bien.
Su madre en España creía que por haber sido adoptada tan pequeña, su pasado no le afectaría demasiado, sobre todo considerando lo bien cuidado que tenía que haber estado en China.
Sin embargo, pasaban los meses y los años y la niña seguía mostrando un grado de inseguridad que no le parecía normal a su madre. Había hasta situaciones en que su madre no podía ni dar la vuelta de la esquina sin que la niña se pusiera muy nerviosa - y esto seguía siendo el caso años después de unirse con su familia.
Pero fue en Segundo de Primaria cuando la situación llegó a un punto de inflexión.
Fue entonces cuando la profesora dejaba a los alumnos - por primera vez - salir solos para buscar a sus padres en la puerta del colegio. Era realmente un hito para los niños, ya eran mayores, ya no tenían que ir de la mano de la profesora. Sin embargo, no fue así para esta niña. En cambio, fue una experiencia que le producía terror... si su madre no estaba allí mismo en la puerta esperando.
La primera vez que su madre llegó un par de minutos después del timbre, pudo ver a la niña desde lejos. Tenía la cara congelada con miedo (una expresión particular que la madre ya conocía bien). Cuando vio a su madre, comenzó a llorar. Y cuando la madre se acercó para preguntarle que le pasaba y cogerle de la mano, empezó a gritar con rabia, "¡Tú no estabas! Tú no venías!" Estaba temblando con rabia.
Por mucho que su madre intentaba tranquilizarla, parecía que no era capaz de perdonarle.
"Pero hija," dijo, "No te enfades tanto. Sólo he llegado un par de minutos tarde. No siempre voy a estar aquí mismo en la puerta. Tenía que aparcar nada más. Si tienes que esperar un poquito no te preocupes. Tú sabes que voy a venir. YO SIEMPRE VENGO POR TI."
Pero parecía que la niña no lo tenía tan claro. Porque durante los próximos meses, tuvieron que repetir el mismo escenario varias veces. Hasta que un día, la madre se dio cuenta de que tenía que cambiar de estrategia. Y esto es lo que dijo:
"Hija mía, Ya te he dicho que siempre, siempre voy a venir a recogerte en el colegio. ¿Pero qué pasaría si algún día me pasó algo y no podía venir? ...Entonces vendría papá. ¿Y qué pasaría si papá tampoco podía venir por algún motivo? ...Entonces tu hermana mayor llamaría a tu abuela y ¿sabes lo que haría la abuela? Como vive lejos, llamaría a la tía María para que viniera a recogerte y ella se quedaría contigo hasta que llegaron los abuelos. ¿Y qué pasaría si los abuelos tampoco podían venir? ...Entonces tú tienes un montón de tío y tías - y todos estarían preocupados por ti... (Y comenzaron a repasar la lista de tíos, tías, primos y los demás miembros de la familia). Porque hija mía, tú no solo tienes a nosotros, a mamá y a papá y a tus hermanos - tienes a mucha, mucha gente pendiente de ti. Todos te quieren y todos van a estar siempre allí por si les necesitas."
Fin de la historia. Desde entonces, ha podido llegar al colegio incluso 10 minutos tarde sin incidencias.
Me encanta esta historia porque es un buen ejemplo de algo difícil de comprender: hasta qué punto nuestros hijos necesitan hablar de lo que significa una familia. En su libro "El Apego en la Adopción" (solo en inglés), la trabajadora social, Debora Gray, habla bastante de este fenómeno, de niños que necesitan que alguien les explica una y otra vez, y que les enseña a través del ejemplo, lo que significa una madre, un padre, unos abuelos, unos hermanos.
Los "Niños Velcro" (los inseguros que se quedan pegados a sus padres) necesitan oír una y otra vez que sus padres van a volver - y quizás también necesitan más explicaciones para comprender que hay detrás toda una red de apoyo en la familia extensa. Porque ellos saben, por experiencia propia, que las personas pueden no volver. Incluso los que no se acuerden conscientemente, lo saben porque les hemos contado su historia y a partir de los 6 o 7 años tienen muy claro que para ganar una familia, primero tuvieron que perder otra.
Los "Niños Teflón" (los que "no necesitan a nadie"), necesitan saber que ya pueden bajar las defensas, que dentro de una familia las personas se dependen el uno del otro, que pueden dejar que sus padres le mimen y le cuiden, que no se tiene que preocupar por todo - porque ahora tiene una familia. Si ha pasado mucho tiempo institucionalizado, puede que necesite bastante formación para saber relacionarse con sus hermanos o con otros niños - sin tratarles como competidores que tienen que ser vencidos para asegurar la supervivencia propia.
Los que hemos crecido en familia hemos interiorizado las reglas de un juego que muchos de nuestros hijos no comprenden. Otros - como la niña de la historia que acabo de contar - han tenido tiempo para conocer las reglas y parecen formar parte del juego, pero no están convencidos todavía. Su propia historia confirma que el juego no siempre termina bien y que las reglas no siempre funcionan.
En el mundo de las comunicaciones hay un fenómeno que se llama (cariñosamente) "La Maldición del Conocimiento". Es lo que ocurre cuando una persona que domina un tema, quiero compartirlo con otra persona. La "Maldición" entra cuando el que sabe mucho olvida que el otro no sabe nada de este tema, que necesita una formación básica antes de entrar en terrenos más avanzados.
Creo que es lo que hacemos muchísimas veces con nuestros hijos - y no solo nuestros hijos adoptados. Demasiadas veces, los padres nos damos por hecho que nuestros hijos deben de comprender algo que no pueden comprender. En el caso de las relaciones familiares, cuesta muchísimo ponernos en el lugar del hijo. Cuesta creer que no le es obvio algo tan básico como, por ejemplo, que mamá y papá le van a querer "para siempre" (un concepto bastante abstracto, por cierto).
Como padres, tenemos que hacer un gran esfuerzo para ver el mundo desde el punto de vista de nuestros hijos - solo así podemos comunicar con ellos desde su realidad y respondiendo a sus necesidades.

viernes, 9 de marzo de 2012

No Nos Podemos Quejar... ???




Acabo de recibir un comentario muy interesante de una madre que dice "a los padres adoptivos parece que les está vedado quejarse". Es algo que he pensado muchas veces.

Cuando estamos en el proceso, esperando a nuestro hijo, no nos queremos quejar de nada por si no nos concedan la idoneidad, por si nos digan que no podemos adoptar, por si alguien se enfade con nosotros. Hay que tener cuidado...

Y una vez que hemos adoptado, hay otros motivos para no quejarse. Por fin tenemos nuestro hijo en casa. ¿Cómo podríamos quejarnos? ¿Que van a pensar los demás si nos quejamos de cualquier cosa - si llevamos tanto tiempo esperando? Así que, mientras que los demás padres se pueden quejarse cuando no pueden dormir o cuando el niño se está pasando por una etapa difícil o tiene problemas de aprendizaje, nosotros nos tenemos que callar.


¿Es cierto?

En su libro "El Apego en la Adopción", Debora Gray destaca la importancia que tiene para los padres adoptivos comunicar con los demás - sobre todo pedir ayuda o apoyo - en momentos de dificultad. Algunos de estos momentos podrían tener algo que ver con el hecho de que el niño sea adoptado y otros no. Lo importante es comprender que como padres adoptivos tenemos la misma necesidad que tiene todos los padres para sentirnos comprendidos y apoyados.

En su libro, Gray cuento casos bastante extremos, de familias que han adoptado niños que tienen dificultados para relacionarse con los demás, para confiar en las personas, para amar. Al cabo de unos meses, sus padres están totalmente agotados, pero no quieren pedir ayuda - primero para no fallar al niño, para no separarse de él o de ella, y segundo porque en algunos casos temen que los demás les van a ver como padres deficientes...

Somos padres y madres como todos. Somos seres humanos. En realidad, yo personalmente prefiero actuar en vez de quejarme, pero reconozco que hay momentos en los que simplemente necesitamos hablar con alguien y... sí, quejarnos.

Me acuerdo que después de llegar a España con mi hija, me sentí abrumada cada vez que salimos de casa con los niños. Antes habíamos sido una familia invisible, como las demás. Pero, de repente, nos habíamos transformado en una familia visible - no, SUPER visible. Llamábamos la atención de todo el mundo. Además, muchos eran los que hicieron comentarios. Había gente incluso haciendo preguntas. Yo no sabía que hacer.

Pero me daba vergüenza quejarme. No quería dar la impresión de que no estaba contenta con mi niña, que ella tenía la culpa - o, incluso que la situación fuera problemática. Pero hasta mis hijos mayores se sintieron incómodos a veces. Era algo real.

Es importante comprender que desde el punto de vista de muchísimas personas, la adopción no es simplemente una manera de formar una familia. Es un cuento de hadas; es algo sagrado; es una obra de caridad. Y como tal, no cabe la realidad diaria de criar a una familia. No hay lugar para una madre desesperada que no saber qué hacer en algún momento. Por mucho que su situación es igual que la de cualquier otra madre, algunas personas no van a poder comprenderlo simplemente porque no comprenden lo que significa la adopción.

A corto plazo, la sociedad no va a cambiar. Por eso es tan importante que haya asociaciones de familias adoptivas. Lejos de crear guetos, estas organizaciones tienen un papel primordial a la hora de normalizar nuestras experiencias. Crean espacios - reales o virtuales - donde podemos expresarnos con libertad y encontrarnos con el apoyo que tanto necesitan todos los padres.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Todos podemos echar una mano...




He sido muy crítica con algunos reportajes sobre adopción que han salido en la prensa, pero cada vez veo más trabajos serios. Creo que poquito a poco, los conocimientos sobre la adopción y su realidad están creciendo.

Este reportaje de El País, está bien investigado:


Nos ofrece una visión de un fenómeno que está comenzando ahora mismo en España, igual que ocurrió en EEUU unos años después de comenzar las adopciones internacionales. Estas adopciones hacen más visible la adopción en si. La sociedad comienza a despertar y a interesarse por su significado.

Lo que espero es que podemos fomentar también las buenas noticias, porque también hay muchas. No vamos a perder de vista el hecho de que la gran mayoría de las familias adoptivas si funcionan. Debemos apoyar a las familias que marchan bien, para que vayan creciendo con sus hijos, para que sepan como acompañarles en cada fase de su vida cuando los temas de su adopción surgan una y otra vez y necesitan respuestas o simplemente comprensión.

Debemos también extender la mano hacía las familias que no marchan bien. Cada uno de nosotros podemos hacer algo, desde conversar con otra madre adoptiva en el parque para dar a conocer los recursos existentes - las asociaciones, los servicios de postadopción, libros, cursos - hasta crear recursos en forma de asociaciones, páginas web u otro material.


Lo que no podemos hacer es quedarnos aquí mirando mientras que algunas de nuestras familias están sufriendo en silencio, confusos, debordados, no sabiendo qué hacer. Porque al final del día, todos formamos parte de una gran comunidad.


Y tú ¿Cómo podrías echar una mano?