viernes, 20 de julio de 2007

No Hay Límites

“Han pasado más que dos años y soy una persona completamente distinta. La adopción no sólo te hace madre sino que además te enriquece, te hace crecer como persona.”

Son las palabras de Sara Barrena, de su libro “Venida de la Lluvia” y me gustaría decir que casi tres años después de adoptar puedo decir lo mismo que ella – que soy otra, que la experiencia me ha enriquecida, que he crecido como persona.

He pensado mucho en como ser madre – o padre – nos puede cambiar en general y cuales podrían ser las diferencias entre los cambios que experimentan los padres biológicos y los padres adoptivos.

He sido madre durante casi doce años, pero lo que ha cambiado durante los últimos tres es la forma en que veo los límites.

Me di cuenta hace una década de que mi vida era un ejercicio en la “auto-limitación”, que yo misma había dibujado unos horizontes muy estrechos alrededor de mi misma y que allí dentro estaba viviendo encerrada, atrapada, agobiada.

Cuando mi marido y yo hablamos de adoptar, pensé que ya había superado a mi misma – que había salido de mi pequeña cajita y que ya estaba volando.

A cambio de la mayoría de las parejas, la adopción fue idea de mi marido, que quería tener una familia numerosa – algo que de joven, yo también había imaginado.

Pero en cuanto lo hablamos, me surgieron un millón de miedos y no puedos… que aquí estaba yo a miles de kilómetros de mi familia, que estaba intentando consolidar mi vida laboral, que no tenía a nadie para ayudarme si pasara cualquier cosa, que yo no podía con más de dos niños, que era imposible, que como nos arreglaríamos económicamente…

Pero, tomamos la decisión de hacerlo.

Hicimos las entrevistas y los papeles, conseguimos la idoneidad, llegaron las fotos de China y me acuerdo como todo se me hizo realidad en un solo momento. Ya era una persona, una hija mía. No pude contener las lágrimas.

Con eso no quiere decir que me sentí tranquila. No tenía ni idea de cómo iba a sacar adelante a más niños, porque ya me había salido el trabajo en la radio…

Llegó la carta para viajar a China y casi me da vergüenza decir que tuve miedo a viajar – después de tantos viajes y tanto gusto por viajar – pero esta vez sería sin mis hijos – ningunos – y sentí miedo por si algo nos pasaron en el viaje, dejando huérfanas tantos a los que dejamos en España como a la que nos esperaba en China…

¡Por favor!

No me gusta confesar que en ese momento de mi vida sólo vi barreras alrededor de mí. ¡Como he cambiado! De verdad, hoy – sólo tres años después – soy otra persona por completo.

En medio de todo, vimos llegar no sólo a nuestra hija de China sino de una hija más (una sorpresa biológica) y os voy a decir una cosa: somos capaces de mucho más de lo que podemos imaginar.

Hubo un año muy, muy difícil en que físicamente me vi estirada al máximo.

Pero ahora, miro hacía atrás a mis viejas preocupaciones con una sonrisa. He visto como he podido hacerlo. Veo que es como escalar una montaña - no lo haces sabiendo de antemano exactamente como lo vas a hacer. Te lanzas a la montaña con tus herramientas y vas buscando huecos donde meter primero una mano, luego un pie después otra mano. Sólo piensas en el paso que tienes delante - nada más - y así llegas a la cima.


Para mi, todo ha valido la pena. Antes no me ví como una persona tan paciente; hoy soy mucho más paciente. No era muy tranquila, ahora me siento mucho mas tranquila. También me encuentro mas feliz, quizás mas sabia.

He crecido – sí. Mi vida se ha enriquecido.

Y cuando hablamos de la posibilidad de volver a adoptar, no me causa ninguna preocupación.

Es cierto lo que dicen de que si vas caminando hacía tus horizontes, verás como ellos irán retrocediendo.


“Teníamos un desconocimiento total de la montaña, por eso nunca nos pusimos límites y pensamos que podríamos sobrevivir. Las hazañas son posibles porque alguien se animó a hacerlas. Nosotros no contábamos en aquella ocasión con el no se puede.”

Gustavo Zerbino, superviviente junto a otras quince personas del trágico accidente aéreo ocurrido en Los Andes en 1972.
(La Expansión & Empleo, 31 Agosto 2002)






2 comentarios:

José Luis dijo...

Tener a mis hijas también a mi me ha supuesto un enriquecimento interior que supongo es común a todos los que tienen hijos. Estar con ellas es un lento y feliz descubrimiento de sentimientos y sensaciones nunca imaginadas, pero algo que les debo a mis hijas y que es diferente a otros tipos de paternidad es que me han abierto los ojos a la dimensión humana de nuestro planeta. La misma sangre corre por las venas de todos los humanos y los sentimientos son idénticos en cualquier lugar. Desde que están aquí con nosotros, nuestro mundo se ha hecho más grande y me ha hecho ver que lo que verdaderamente nos diferencia (y une) a unos de otros no es la raza, país o época que nos haya tocado vivir sino los sentimientos que cada cual albergue ante los demás, la actitud que cada cual tenga con su prójimo. Con mis hijas he descubierto la empatía humana.

Sadudos y ánimo con este tu blog tan interesante y útil para las familias que nos hemos formado mediante la adopción.

Brenda Padilla Ericksen dijo...

Me encanta como lo has dicho. Eso es algo tan importante que también he contemplado - la forma en que nuestras adopciones nos abren al mundo entero. Y realmente, no sólo los internacionales lo hacen, sino todos.

Adoptar de China me ha cambiado la vida 100%. Ir allí y darme cuenta hasta que punto el mundo occidental no era más que una gotita en el planeta me dió una perspectiva mucho más equilibrada de la vida.

Siento sinceramente que China es una parte muy importante de mi vida y espero que así sea para cualquier padre o madre que adoptado en otro país - que ese país se incorpora en su mente, su corazón, su alma.

¿Que forma mejor de llegar a entendernos con el mundo?

La verdad es que la adopción me ha enriquecido la vida de tantas formas ni puedo contarlas todas - y no sólo a mi, pero a todos los miembros de nuestra familia.

Mis hijos mayores han pedido muchas veces que adoptemos más hermanos.

Ya veremos.