lunes, 9 de julio de 2007

¿Que lugar tiene el “Agradecimiento”?

Cuando estoy leyendo sobre la adopción, de vez en cuando surge el tema del agradecimiento. Sólo una vez he encontrado la opinión de que los hijos que adoptamos deben de ser agradecidos cuando llegan a ser mayores. El comentario se hizo una madre adoptiva al conocer que algunos adoptados no se sienten del todo satisfechos con su experiencia una vez que hayan llegado a ser adultos. Creo que la información que recibió tuvo que ver con casos en que los adoptados no habían recibido toda la información o apoyo que creían haber necesitado.

Su idea - de que "deben de ser agradecidos" me chocó. Pienso que todos los hijos – adoptados o no – necesitan aprender a ser agradecida por la vida, por cada detalle bonita y positiva, por los amigos, la comida – lo que sea. Es un ingrediente clave de la felicidad.

Sin embargo no debieramos hacernos padres con la idea de que nuestros hijos tendrán que sernos agradecidos, como si se tratara un derecho nuestro.

Más de pensar que mis hijos - adoptados y biológicos - deben de ser agradecidos, prefiero pensar en como tengo que ser como madre para algún día merecer una sensación de agradecimiento por su parte cuando miran hacía atrás, recordando todo lo que hemos pasado y hecho juntos. No lo veo como un deber por su parte, sino de una serie de responsabilidades que tengo yo: de eneñsarles a sentir agradecimiento por todo lo que tienen, de verter mi amor sobre ellos - escuchando, hablando, comprendiendo, enseñando.

Bueno, de todas formas, he aquí otra historia verdadera, del libro "Nacidos en Nuestros Corazones” proyecto de Filis Casey y su hija Marisa Catalina Casey. Es de una hija tan agradecidísima que tenía preocupados a sus pobres padres.

Esta es la historia de Bea, un niña china que fue adoptada a los seis años y quién sorprendió a sus padres al conocerles con unas demostraciones de alegría e ilusión tan fuertes que temían que podría ser hiperactiva o sufrir el Síndrome de Déficit de Atención. Una vez llegado a casi, en vez de tranquilizarse estaba cada día más activa – más loca con alegría.

Más tarde, cuando la niña supo hablar inglés, su madre se sintió avergonzada por haber pensado que algo le pasaba a su hija, porque el hecho fue que era una niña muy consciente de que su sueño de haber encontrado a una familia se había hecho realidad y no pudo contener su felicidad.

Antes de adoptar, Linda, la madre, se acuerda de como el director de adopciones chinas de su agencia les había dicho que “si adoptas a un niño mayor, siempre sabrá lo que han dejado atrás. Siempre estarán agradecidos por lo que has hecho.”

Bueno, por lo que vimos en la historia anterior (Ver Historia de una Vuelta a Casa) esto no es siempre el caso. Sin embargo, la historia de Bea, me acuerda de Asha Miró que nos dice algo parecido en su libro “Asha la Hija del Ganges” (que, por cierto, es uno de las historias de adopciones que más me ha gustado). Ella fue adoptado sobre los seis años de edad y habla de su capacidad para apreciar como su vida había cambiado.

Dice Linda que no pasa un día en que la niña no da las gracias a sus padres por haberle sacado del orfanato. Se acuerda de cómo su padre biológico le dejó en la puerta del centro por la noche cuando tuvo TRES años. Allí se quedó, sola, llorando. Odiaba su vida allí y soñaba con tener algún día una familia.

La madre dice, “Bea es agradecida, pero me siento que somos nosotros los realmente agradecidos. Ella nos ha abierto los ojos a una perspectiva pura y sincera. Estamos agradecidos a Bea por transportarnos más allá de nosotros mismos, de la rutina del día a día a un mundo que nunca sabíamos que existía. O – si hubiéramos sabido que existía, nuestros recuerdos de ello se fueron desapareciendo con el tiempo. Todo lo que nos importó antes, no tiene importancia al lado de nuestro amor por Bea.”

Esto no quiere decir que no ha habido algún desafío. Años después de su adopción la niña todavía sufrió del Síndrome de Estrés Postraumático. No podía estar sola ni un momento o se pondría a llorar.

Dice Linda que “por supuesto, los padres deben de serlos sin egoísmo”, que puede ser muy bonito tener un niño agradecido pero que no debemos esperarlo, ni debe ser nuestro motivo para convertirnos en padres. Sin embargo, reconoce que el agradecimiento es algo encantador, algo que no ve en muchos niños que siempre han tenido de todo.

Los padres de Bea la adoptaron aún siendo una niña mayor no porque querían que fuera agradecida, sino porque sabían que lo normal es querer un bebé y que los niños mayores suelen quedarse sin la oportunidad de tener una familia y una vida nueva.


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