Otra vez, visitamos el libro “Nacidos en Nuestros Corazones”, una colección de historias verdaderas dirigido por Filis Casey y su hija Marisa Catalina Casey.
Caty es una mujer que recibió las noticias de su infertilidad como una paliza, pero dice que después de adoptar a sus hijos nada podría motivarla para ir hacía atrás y cambiar su situación física para tener hijos biológicos. No cambiaría la vida que tiene hoy para nada de este mundo.
Adoptaron el hijo mayor a los cinco días de vida. El próximo niño tenía siete meses cuando vino a la familia. Es entonces cuando decidieron ir a Rusia para adoptar a una niña de tres años.
Caty estaba realmente ilusionada para tener por fin una hija. Soñaba con mecerla, jugar con ella, verla crecer para poder charlar y pasear juntas. Le compraba ropa y muñecas, anticipando el momento en que iba a conocer a su niña.
La realidad, sin embargo, fue muy distinta. Dice que al conocerle a Sara, su nueva hija, le sorprendió desde el primer momento que no era la niña que había conocido en sus sueños durante todos esos meses de espera.
Reconoce que la niña fue alegre y llena de curiosidad desde el primer día, pero que también era muy cabezota y con unos cambios de humor sorprendentes. La madre sólo quería cogerla, cantarle canciones, mecerla y abrazarla, pero la niña no quiso nada de eso. Cada vez que Caty intentó cogerla, Sara le empujaría. A veces le dejaría a su madre cogerle por la mano – pero dice que ese contacto físico fue como una gotita comparado con el mar de cariño que quiso darle.
Encima había la barrera del idioma – que la niña no entendió nada de lo que su madre intentaba decirle. Y resultó que la niño sufrió retrasos en el habla, haciendo incluso más difícil la comunicación y durante más tiempo.
Nada de la experiencia tenía nada que ver con la de adoptar a un bebé, dice Caty. Con sus dos hijos, pudo ir conociéndoles desde el principio construyendo una relación de amor y confianza con ellos, mientras que su hija, Sara, de repente se encontró con gente extraña, en un país donde nadie hablaba su idioma y con una mujer que esperaba un cariño y un amor instantáneos.
Caty estaba experimentando unos obstáculos tremendos para construir una relación de apego seguro y sano. Pero me gusta mucho una de sus reflexiones:
“Tuve que aprender a ser paciente y a darme cuente de que todo esto tenía que ver con el proceso de crecimiento de Sara, no de mis sentimientos de rechazo y desilusión. Restringirme me pareció tan poco natural, tan poco familiar. Nuestro proceso de crear los primeros vínculos entre nosotros fue lento, un proceso gradual, y pasó mas de un año antes de que Sara llegó a confiar en mí para poder empezar a construir unos lazos afectivos de verdad…”
Escribió esta historia cuando la niña tenía seis años y dice que fue un placer poder contarlo porque todo había salido tan bien. Mirando hacía atrás, dice que lo más difícil fue el no saber como iba a salir, si la niña iba a llegar a quererla.
Caty parece tener sensaciones de remordimiento sobre la forma en que llevó ese primer año después de la adopción de su niña, porque se sentía tan insegura de que llegarían a sentirse como madre e hija que a veces perdió la paciencia con la niña, causando lágrimas no necesarias.
A la hora de redactar esta historia ella y su marido estuvieron en trámites para adoptar otra hija rusa, esta vez de cuatro años. Caty tenía la esperanza de poder relajarse y disfrutar del largo camino que tendría delante. Dice que ahora sabe que “una relación es un proceso que nunca acaba, y que el amor, la paciencia, el rezar y sobre todo la fe son los ingredientes necesarias para incorporar a un niño al árbol genealógico.
2 comentarios:
Un millón de gracias Brenda, por todo el trabajo que haces, para novatos como nosotros tenerte es un lujo.
No puedes evitar soñar con un encuentro perfecto, se me escapa una sonrisa siempre que pienso en la primera vez que tenga a mi hijo en brazos. Intento ser realista y pensar que, quizás, no sea todo tan idílico como quisiéramos, pero la imaginación vuela, y son tantas las ganas.........
Debemos ir preparados para todo, bueno para todo no, para lo bueno no hay que prepararse, para un posible rechazo sí.
Se hará lo que se pueda, por si acaso no te vayas muy lejos, por si necesito tu ayuda jejejej
Besos y gracias otra vez por todo.
xelo y manu
El encuentro con mi hija fue tan perfecta. Sólo lloró cuando el fotógrafo nos hizo la foto para el libro de familia china.
Mientras mi marido estuvo con todos los papás rellenando papeles, fue a darle un paseo por el hotel y cuando entramos en el ascensor y vió el espejo, empezo a reírse a carcajadas. Fue muy gracioso.
Luego fuimos las dos a cenar en el bufete del hotel - como tardaron tanto para hacer los papeles - y la niña comíó todo lo que le iba poniendo delante. Cuando llegó mi marido, empecé a contarle todo lo que había comido y me dijo, "Brenda, no puedes darlo más. ¿No ves que se va a poner mala?
La verdad es que no se me había ocurrido. Después de tantos años haciendo de todo para conseguir que mis hijos comieron todo, yo estaba en la gloria con esa niña que sólo quería comer y comer y comer.
Pero luego, hablé con otros padres en el hotel que no tuvieron un comienzo tan bonito. Sobre todo me acuerdo de una pareja americana que había adoptado a un niño de tres años que les había dado una guerra durante días - pero al final le ví muy contento con su nuevo papá (parece que le iba a costar un poco más con mamá).
Es estresante cuando los niños lloran sin parar o no comen o que no te dejan coger - o no te dejan dormir durante días. Son reacciones normales cuando un niño sufre cambios radicales en su vida. Menos mal que la mayoría de estos casos se soluciona con paciencia y cariño.
Publicar un comentario