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"Los errores son los portales del descubrimiento."
James Joyce
Cuando mi madre tenía 48 años decidió hacer realidad su sueño de volver a estudiar. Me acuerdo que una de sus asignaturas fue "Desarrollo Humano/Etapa Infantil" (o algo así). Ya había criado a mi y a otra hermana. Tenía la pequeña en el instituto. Así que todas habíamos ya dejado atrás esa "etapa infantil".
"¡Ay!" lamentaba mi madre, mientras hacía el curso, "¡Cuantas cosas hubiera hecho de otra manera si sólo hubiera hecho este curso antes de criaros a vosotras!"
Muchas veces recuerdo ese lamento de mi madre porque cuanto más experiencia tengo y cuanto más aprendo de mis lecturas, más veo como podría haber hecho las cosas de otra forma. (¡Y yo sí hice un curso de Desarrollo del Niño en la universidad - antes de tener hijos!)
La verdad es que creo que incluso habiendo hecho todos los cursos del mundo antes de tener hijos, la información no me hubiera cuajado sin haber tenido experiencia real como madre. Porque hay que vivir una rabieta (¿mil rabietas?) para comprender lo que es la rabia de un niño y la impotencia que te sientes como madre o padre. Ahora sí puedo absorber toda la información disponible sobre la etapa de los 2 años.
Poco después de adoptar, me pasó algo parecido a lo que pasó a madre cuando hizo su curso. Pero la historia empieza 10 años antes cuando nació mi primera hija y su pediatra en EE.UU. me aconsejó no leer libros para padres. "Soy padre de 5 hijos," me dijo, "Y siempre digo a los nuevos padres que lo que deben de hacer es imaginarse como pioneros en el viejo oeste americano. No tienes más que tu sentido común. ¡Útilizalo! Es suficiente."
Hasta cierto punto quizás, fue un buen consejo. Porque cierto es que los padres hoy en día (sobre todo en EE.UU. se obsesionan bastante con los libros para padres). Creo que lo que el doctor quiso decirme era que hay que disfrutar de los hijos y criarlos con tranquilidad - sin obsesiones y sin dudar tanto de nosotros mismos.
Durante 8 años intentaba seguir esa fórmula y mi lema fue: "Ser buen ejemplo". Así que en vez de intentar aprender todo sobre niños, el objetivo era ser el ejemplo de la persona que quisiera que fueron (algo quizás muchísimo más difícil porque significa cambiar a ti mismo en vez de a ellos...).
Pero entonce, ocurrieron un par de cosas casí a la vez. Por un lado murió mi tía (la hermana de mi madre que fue adoptada al nacer) y descubrí de golpe de que su vida no había sido lo que yo había imaginado, que de hecho su adopción no había sido un factor tan fácil de aceptar en su vida como yo había creído. Y por otro lado, llegó mi hija de China y desde muy temprano notaba cosas - a veces difíciles de explicar - que me hacían pensar que me faltaba información.
Así fue que después de tanto tiempo, comencé a leer sobre adopción, que - en realidad - es leer libros para padres porque estos libros contienen todo lo que deben de contener los demás libros, con un plus añadido. Y comencé a darme cuenta de tantísimas cosas que podría haber hecho de otra forma...
Pero he aprendido otra cosa aún más importante: con los hijos casi siempre hay una segunda oportunidad. Salvo casos en que los padres han sido realmente terribles (que de estos casos tenemos suficiente información en los periódicos), podemos rectificar, cambiar de dirección, intentarlo otra vez y simplemente empezar de nuevo.
No hay que lamentar la falta de información del pasado. La clave está en el presente, en lo que sabemos ahora y en lo que podemos hacer ahora mismo y desde ahora en adelante.
Mucha de la literatura sobre adopción no es más que un testimonio sobre todo lo que se puede hacer - incluso después de que otros han cometido múltiples errores. Algunos libros están dedicados a la rehabilitación (el famoso "re-parenting") de niños que han sufrido abandonos, rechazos y abusos. Otros simplemente ayudan a crear lazos y llenar lagunas después de que un niño haya pasado los primeros meses o años de su vida en un orfanato o con otra familia.
Demasiados niños adoptados llegan a sus familias después de que no todo les haya ido perfectamente y los expertos nos ofrecen muchas ideas y terápias para remediar las secuelas, incorporar el niño en la familia y enseñarle (si es necesario) a relacionarse con normalidad con sus nuevos seres queridos - ¡y a ser feliz!
Ahora, lo normal es que seamos madres y padres que queremos muchísimo a nuestros hijos y quienes siempre en todo momento, intentamos hacer lo mejor que podemos con lo que tenemos y lo que sabemos. Pero, a pesar de todo, siempre vamos a poder mirar hacía atrás y ver cosas, quizás muchas cosas, que podríamos haber hecho distinto si sólo hubieramos sabido entonces lo que sabemos ahora. Y de allí, la importancia de ser pacientes con nosotros mismos, de comprendernos a nosotros mismos y aceptar nuestros esfuerzos como suficientes.
Ser madre o padre es un camino y no un destino. Cada día mientras que nuestros hijos vayan creciendo, nosotros también lo hacemos... por dentro.
Si pudieramos sobrevolar nuestras vidas para ver el panoráma desde principio a final, creo que veríamos como el paisaje de nuestra vida - y la clima también - iba cambiando sobre todo desde el día que llegó un hijo a la familia hasta el presente.
En 1971, la escritora humorística Erma Bombeck, escribió una "carta" preciosa para
mostrar la relación entre el camino cambiante de la vida de una madre le afecta a ella y a sus hijos:
"A mi primogénito...
Siempre te he querido mas a tí porque fuiste nuestro primer milagro. Fuiste el génesis de un matrimonio, la realización de un amor jóven y la promesa de nuestra infinidad.
Tu nos sostenía durante los años de la carne picada. El primer apartamento decorado con estilo de la epoca 'Pobreza Temprana'... nuestro primer modo de transporte (1955)... la televisión de 7 pulgadas que pagamos durante 36 meses.
Tu llevaste 'nuevo', tuviste abuelos sin estrenar y más ropa que una muñeca Barbie. Fuiste el 'primer modelo' para padres inseguros que estaban intentando hacer que todo funcionaba bien. A tí te hicieramos todo en puré, sufriste con los pañales con imperdibles y disfrutaste de las siestas de 3 horas.
Fuiste el comienzo.
A mi hijo de en medio...
Siempre te he querido más a tí porque te tocaste el peor lugar en la familia y te hizo más fuerte.
Lloraste menos, tuviste más paciencia, llevaste 'desgastado' y nunca en tu vida hiciste algo 'primero', pero sólo te hizo más especial. Contigo nos relajamos y nos dimos cuenta de que el perro te podría besar y no te enfermería. Podrías cruzar la calle sólo mucho antes de tener la edad para casarte y no sería el fin del mundo si fuiste a la cama con los piés sucios.
Fuiste la continuidad.
A mi bebé...
Siempre te he querido más a tí porque los finales suelen ser tristes pero tu siempre has sido una alegría. Aceptaste - sin protestar - los baberos manchados de leche. La litera de abajo. El bate de beisbol medio roto. El libro del bebé, vació con sólo una receta que alguíen dejó entre sus páginas.
Es a tí a quien nos agarrábamos tanto. Porque, ves, tu eres el vínculo con el pasado que nos da un motivo para la mañana. Tu oscureces nuestro pelo, haces más rápido nuestros pasos, nos haces alzar los hombros, nos devuelves nuestra vision y nos das el humor que la seguridad y el madurez no nos puede dar.
Cuando el cabello se te empieza a caer y tus hijos son más altos que tú, todavía serás "el bebé".
Fuiste la culminación."
Para mí, esta carta me recuerda que - igual que no podemos juzgar a los protagonistas de le Edad Media según los criterios y los valores de la actualidad, tampoco nos podemos ser demasiado duros con nosotros mismos si en el pasado hemos hecho todo lo que hemos sabido y ahora, con el tiempo y la experiencia, nos hemos ido evolucionando para ser más sabios, mejor enterados y más preparados.
Supongo que el gran "destino" para nosotros serán los nietos. Para entonces ya tendremos todo claro. Sin embargo, como nuestro labor con los nietos no es criarlos sino malcriarlos, supongo que eso es otro camino... :)
1 comentario:
Gracias por esta entrada. Me han resultado unas reflexiones interesantes y cercanas.
Un saludo
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