
Valentía - Sólo cuando ya no tenemos miedo comenzamos a vivir.
Basado en el concepto de que "no hay mal que por bien no venga", este reportaje me ha hecho pensar en la adopción - un magnífico ejemplo de como del mal - un abandono, la pérdida de un hijo por parte de alguien - puede salir el bien: la formación de una familia nueva y la creación de una nueva fuente de amor y felicidad.
También me ha hecho recordar como la historia nuestra no se acaba allí. Nosotros, los padres por adopción tenemos no sólo todas las tareas que tienen los demás padres y madres, sino la "capa extra" - de la que se trata este blog. Consiste en todo lo añadido que trae nuestros hijos - su pasado, su genética, sus diferencias, su raza, su búsqueda y sus necesidades emocionales. Si nos cuesta a nosotros comprenderlo todo sólo podemos imaginar lo difícil que pueda ser para nuestros hijos!
Y mientras que nosotros, los padres, podemos enfocarnos 100% en el bien que nos ha tocado, lo más probable es que nuestros hijos se enfrentarán - sobre todo durante la adolescencia - con el mal que originó un cambio tan abrupto en su destino. Pero esto no tiene porque ser algo negativo:
"Rara vez las personas que han alcanzado el éxito llegaron a él por un camino de rosas. Por regla general, las mejoras se obtienen a través de una sucesión de conquistas y de fracasos, de alegrías y de penas. Los seres más felices suelen ser aquellos que han transformado su vida a partir de grandes crisis. Porque sin al menos una pizca de dolor, de conflicto, de problema, es improbable que nadie aprenda a valorar aquello que posee o que alcanza y a desarrollar capacidades de resolución. Cualquier proceso de crecimiento -desde el personal hasta el empresarial- pasa por una o varias crisis. Ellas nos obligan a ser imaginativos y audaces, a actuar con realismo, a tomar precauciones, a buscar salidas distintas a las consabidas, a adquirir nuevos útiles intelectuales y psicológicos, en suma: a madurar," Dice Romera en el antes citado reportaje.
Mi experiencia personal me confirma que la felicidad puede alzarse de las cenizas de las crisis más profundas. Entonces ¿Porque no quiero que mi hija sufra?
¿Porque me preocupa tanto que los hechos de su pasado la podrían hacer dañar? ¿Que la palabra "abandono" entrara en su mente como una tormenta capaz de arrasar su autoestima? ¿Que un hueco - ese hueco del que hablan tantos adoptados adultos (y que he conocido en familiares y amigos adoptados) - se apoderara de su corazón para que estuviera siempre detrás de "algo" que lo llenara?
Si he disfrutado yo de tanto bien gracias a los desiertos que he cruzado y los infiernos que he vivido y sé que los mismos hechos de su vida darán las mismas ventajas a mi hija ¿Porque siento que tengo que bloquearle el paso, suavizarle el camino y dirigir sus ojos hacía otros horizontes?
Quizás porque estoy demasiado consciente de lo que significa pasar por dificultades durante el niñez. Es - en mi opinión - sumamente arriesgado porque todavía la persona no ha alcanzado un madurez suficiente para asegurar el éxito. Mientras algunos adolescentes y jóvenes logran conquistar otros acabarán abatidos durante una etapa crítica que pueda afectar el resto de su vida.
Por eso me interesa tanto el tema de la "resiliencia", de fomentar la fortaleza (La Fortaleza es un Virtud) en nuestros hijos desde pequeños.
Ségún dos especialistas en resiliencia, el Dr Robert Brooks y el Dr Sam Goldstein:
"La investigación ha demostrado que la resiliencia es el rasgo más importante que puedes desarrollar en tus hijos. Se trata de ayudarles a enfrentarse a cualquier desafío con seguridad.
"Si alguien te preguntaba que es lo que querías en tu vida para tus hijos, puede que dirías felicidad, éxito escolar, amistad, una familia cariñosa, una profesión gratificante. Aunque no puedes dar todas estas cosas a tus hijos, puedes desarrollar en ellos el rasgo que es la clave para alcanzarlos: la resiliencia.
"Un sin fin de estudios ha demostrado que la resiliencia - el tener la fuerza interior para poder con cualquier desafío - es crucial para los niños que se enfrentan a enormes dificultades. Pero en nuestro mundo de alta velocidad y estrés, todos los niños necesitan la capacidad para vencer obstáculos y superar reveses (decepciones) - o en el colegio o en el campo de fútbol o en el patio del recreo.
"En nuestros 50 años (entre los dos) de práctica como psicólogos clínicos, hemos visto como muchos padres en realidad sabotean la capacidad de sus hijos para ser resilientes en vez de fortalecerla."
La última frase me choca. ¿Sabotear a nuestros hijos? ¿Será posible?
Sin duda, pero no de forma consciente y creo que hay muchos factores que podrían contribuir a ello:
Las Prisas
El ritmo de actividad de la vida moderna hacer que perdemos muchas oportunidades cotidianas para escuchar, sentir, comprender, reflexionar - igual incluso para conocer de verdad a nuestros hijos y así apoyarles en su tarea de crecer fuertes.
El Estrés
Creo que el estrés - esa percepción de presión y agobio que vamos creando dentro - hace más difícil prestar atención a los demás, incluso a nuestros hijos. Hace también que reaccionamos muchas veces sin reflexionar lo suficiente.
La Presión
En la sociedad occidental tenemos un afán para mejorar, triunfar y alcanzar el éxito en vez de simplemente "ser". Si es cierto que para cultivar la resiliencia en nuestros hijos hay que aceptarles tal como son, igual tenemos que cuestionar la sabiduría de este rasgo de nuestra cultura.
Una Vida Instantánea
En un mundo de soluciones instantáneas, cuesta demostrar a nuestros hijos la paciencia y perseverancia necesaria para crecer bajo la presión de una crisis. Todos - incluso los padres - queremos sentirnos bien ahora mismo y tener todas las respuestas ya.
La Sobreprotección
La sobreprotección no fortalece a nadie, pero aún así podemos persistir en contar cuentos de hadas (y de cigüeñas...) para que nuestros hijos no tengan que enfrentarse con la realidad porque no queremos que sufran.
Reproduzco aquí otra vez el decálogo de los doctores Brooks and Goldstein para cultivar la resiliencia en vez de sabotearla:
1. Mostrar empatía
2. Comunicar con respeto
3. Ser flexible
4. Presta Atención 100% al niño
5. Aceptar a tus hijos tal como son
6. Dales la oportunidad de colaborar
7. Tratar los fallos como oportunidades para aprender
8. Destacar Fuerzas y Habilidades
9. Deja que tus hijos solucionan problemas y toman decisiones
10. Disciplinar pare enseñar - no para humillar o intimidar.
Y me gustaría terminar con otro trozo de ese reportaje que tanto me gusta de José María Romera, Esos Males Oportunos:
"No podemos evitar los males que nos sobrevienen, pero sí corregir nuestra actitud a la hora de afrontarlos. Si nos dejamos llevar por la pesadumbre es muy probable que no alcancemos a percibir el lado positivo que se esconde en muchas de las pequeñas o grandes contrariedades de la vida. Como explica Boris Cyrulnik, el problema suele provenir de la tendencia general a dar respuestas tristes a situaciones tristes, a concentrar nuestra mirada más en los que sucumben que en los que se levantan después de un tropiezo. Estamos instalados en una cultura del victimismo que concede mayor autoridad al llanto que a la sonrisa y que considera poco menos que un sacrilegio el hecho de buscar la parte beneficiosa de los sucesos dolorosos o traumáticos."