miércoles, 2 de enero de 2008

El Poder del Perdón


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Hace meses, mi hija – con 4 años recién cumplidos – entró en la cocina, subió a la barra y me pidió galletas con leche. Empecé a poner la merienda cuando me preguntó – tan inesperadamente y de forma muy brusca, “¿Qué pasó en China?

“Ah,” dije, “¿Quieres que te cuente otra vez nuestro viaje? Pues fuimos en un gran avión…”

“¡No!” dijo ella, impaciente, “¡Que pasó en China! ¡China mamá y China papá!”

“Pues, bien,” dije y empecé de cero – empezando en la barriga de su mamá en China, siguiendo con su nacimiento y luego su llegada a un lugar muy especial...

“¡Mamá!” me interrumpió, algo molesto. “¿Me dejó sola? ¡No me gusta sola!”

Ella estaba emocionada. Yo sorprendida.

Nuestra vida con ella es ideal. Todos la queremos hasta la infinidad y ella a nosotros. Es una niña feliz desde que despierte por la mañana hasta que se acueste por la noche. Pero este pequeño incidente sirvió para recordarnos de que nuestra niña tendrá que aprender a vivir con su historia, incluso con detalles difíciles.

Sé que aquí podríamos empezar a hablar – una vez más – de “duelo” y dolor, pero he decidido que podemos dedicarnos a algo muchísimo más importante, y práctico: enseñar a nuestros hijos a perdonar.

Sí – a perdonar.

Es relativamente fácil enseñarle a un niño a pedir perdón. Es sumamente complicado enseñarle a una persona a perdonar.

Todos los hijos que han llegado a nosotros a través de la adopción tienen en común una cosa: sus padres les han entregado de una forma u otra – queriendo o no – a un cambio abrupto de destino.

Podemos suavizar este hecho durante la niñez, pero ¿Qué pasará cuando llega el momento en que la interpretación de los eventos ya no depende de nosotros?

¿Qué es lo que van a sentir por sus primeros padres?

He leído las historias de muchos adolescentes y adultos adoptados que han luchado para comprender sus pasados y entender a los padres que se separaron de ellos. Es interesante ver como el tema del “perdón” surge una y otra vez. Algunos hijos se sienten incapaces de perdonar a esos padres que les soltaron, otros buscan a sus progenitores para asegurarles que les han perdonado – para que sepan lo contentos que son con sus vidas y que no cambiarían ni un detalle.

Hay también mucho escrito por madres que han entregado a sus hijos en adopción y surge una y otra vez la necesidad de conseguir el perdón de sus hijos. (Esto no quiere decir que todas las que se separan de sus hijos se sienten así – sólo que tenemos escritos por algunas de las que sí lo experimentan de esta manera.)

De todas formas, me parece que educar a perdonar es clave.

El que sabe perdonar se mantiene en el presente y así puede apreciar lo que tiene. El que no sabe perdonar se mantiene en el pasado, enfocado en el mal que le han hecho.

El que sabe perdonar ha aprendido como llegar a comprender al otro y así incluso sentir compasión por él – en vez de rencor. Porque sabe que el rencor destroza la felicidad, sabe que es como un veneno y que hay que evitarlo.

El que sabe perdonar entiende que perdonamos por el bien de nosotros mismos, que igual el otro puede seguir adelante con su vida sin nuestro perdón, pero que nosotros muchas veces no podemos avanzar hasta haber alcanzado la paz que trae el perdón.

Mi niña es todavía muy pequeñita. Nuestro incidente en la cocina no fue más que un momento – y se fue a jugar más feliz como si no hubiera ocurrido nada.

No doy mucha importancia a lo ocurrido porque sé que fue algo normal – una niña pequeña que se fijó en un detalle de su historia y vino para pedir explicaciones. Satisfecha con la oportunidad de registrar su disgusto – terminó de merendar y se fue.

La verdad es que dicen (ver Talking with Young Children About Adoption por Mary Watkins and Susan Fischer) que es bueno que ocurren estos pequeños incidentes mientras que nuestros hijos sean todavía pequeños porque señala un proceso interior de asimilación – de “digestión de datos”.

Sin embargo, me hizo reflexionar sobre como ella podría ver los hechos de su vida de mayor. Si se puede enfadar así con cuatro años - ¿Cómo podría sentirse con 14 años? ¿Con 21 años? ¿Cómo me sentiría yo si me enteré de que mi madre me había dejado de recién nacida totalmente sola en un lugar público? (que, por supuesto, nunca lo hemos dicho así a nuestra niña – y todavía no estoy segura como es que se le ocurrió eso).

Creo que sentirse comprensivo ante ese tipo de información no es cuestión de saber decir las palabras “te perdono”.

El perdón en estas circunstancias es todo un proceso que requiere mucha dedicación y trabajo personal. También necesita paciencia – porque es un proceso que puede durar años.

Creo que como padres, lo mejor que podemos hacer es inculcar en nuestros hijos la importancia de perdonar – porque el proceso es tal que sólo ellos van a poder hacer su propio camino hacía ello. Lo que necesitan de nosotros son ánimos para hacerlo.

Y, en mi experiencia, lo más bonito de llegar a realmente perdonar a una persona que te ha hecho algo gordo es que el proceso te cambia tanto, te ayuda a crecer tanto, te da tantas perspectivas y tanto valor añadido a tu vida que llega un momento en que lo tienes claro: no cambiarías ni un detalle de tu vida – sobre todo del pasado que te ha hecho lo que eres hoy.

Esto es lo que quiero para mi hija.

3 comentarios:

Gabriella Kortsch, Ph.D. dijo...

El perdón.

Tan importante.

Tan sano.

Y cuanto antes se aprende lo bien que sienta, antes se puede seguir con la vida, a vivir bien, sano, a crecer, y a enseñarlo a otros...incluso si sólo se tiene 4 años.

Feliz Año.

Gabriella Kortsch

Eva carreras del Rincón dijo...

hola, tengo tres hijos adoptados de seis, cinco años y nueve meses.
Durante los años de espera me formé y leí todo lo que creí que me haría falta para educar bien a mis hijos. cuando llegaron María y David de Colombia ya no me quedó tiempo para formarme y ya con Rafa la vida se complicó más. (tengo una hija biológica de catorce años)
Me ha encantado leer esto porque me ha enriquecido enormemente. Hablo con mi hija de Colombia y de la señora que la llevó en su barriga y de que iremos cuando sea mayor a ver a Consuelito (su madre de acogida) pero el perdón es un paso más allá que el de la comprensión. MUCHÍSIMAS GRACIAS
Eva

Brenda Padilla Ericksen dijo...

Gracias a las dos por los comentarios.

Me alegro tanto saber que el la información y las ideas que salgan en estas páginas pueden ser útiles para alguien.

Hasta pronto!
Brenda